lunes, 8 de junio de 2009

Lo pasado, pasado... (Mi fogata en estas palabras)


EL PASADO ESTÁ MÁS LEJOS DE LO QUE PARECE.

El pasado. ¿Quién puede quitárselo de encima? Que yo sepa, solo en las películas uno puede borrarlo de su mente si así lo desea. Ojalá así funcionara la realidad. Todo sería mucho más fácil. Nos podríamos cruzar todos los días con ese ex que nos hizo la vida a cuadritos y nos pasaríamos de largo sin inmutarnos, no necesitaríamos tiempo, ni terapia, ni amigos en esta dolorosa etapa en la que volvemos a estar solos, después que esa relación no funcionó. Pero, ¡mierda!. No se puede. Y algunos, por masoquistas, tercos o porque aún guardamos esa ilusa esperanza de que él o ella volverá, nos negamos a dejar de mirar por el espejo retrovisor de nuestras vidas.

¿Y saben cuál es la peor parte? Que la culpa la tenemos nosotros mismos. Recién me di cuenta de esto hoy, después de un sueño extraño y una lista de reproducción de temas que hacía mucho no escuchaba.

Estaba en mi casa con ganas de escuchar musica cuando decidi poner una lista de reproduccion de lentos que tenia guardada hacia bastante tiempo. Gran error. No reparé en mi gran memoria musical. La olvidé por completo.

Así, una sucesión de imágenes escondidas, de momentos olvidados (o no tanto) y personas que hace tiempo se debieron haber ido de mi vida, reaparecieron como si le pusiera 'play' a una película vieja. Las llaves que mantenían esa caja cerrada abrieron todas sus cerraduras, una por una, con cada maldita canción.

Recordé muchos momentos juntos. Sí, esa era yo. Y estaba feliz a pesar de que sabía que me estaba engañando.

Justo en ese momento, me di cuenta que todo el tiempo que pasé en compañía de mi mente, sentada donde estaba, estuve sola. Estoy sola. Sigo sola. Todo lo que había guardado en ese reproductor de música era la banda sonora de varios pasados.

Es lo malo de jugar con fantasmas. Nunca se sabe en qué momento se aparecen y menos, cuándo se van. Lo bueno es que a esos, a los que yo había llamado con una lista de tontas canciones, ya me decidí a olvidarlos. Ya no los necesito. No los volvería a tener a mi lado, ni compartiría con ellos un viaje, un bar, mi cama, mi cuerpo. Me olvidé de mencionar a mi corazón, aunque no creo que le importe mucho. Porque ya no vive quizás allí, donde suena esa música en la que se cuelan risas, gemidos, susurros, promesas, miradas, peleas, besos. Amor.

Mi corazón está conmigo. Tiempo presente. El pasado está por allá, lejos, haciendo su vida seguro. Imposible olvidarlo del todo, claro, en algún rincón hay que meterlo; pero sé ahora que también es imposible convivir con él. ¿No es suficiente carga lo que vivimos a diario para acumular mochilas pasadas y pesadas sobre nuestros hombros?

Y ya basta de culparlos a ellos, a los que nos dejaron, a los que nosotros dejamos. Ellos ya no están, no tienen nada que ver con que nos guste anclarnos o no podamos despegarnos de ese tiempo extra dentro de lo que ya pasó y no volverá.

Para películas mil veces vistas está Titanic, para figuritas repetidas está la infancia, para películas que sí queremos volver a ver está el DVD. Ya sé lo que nos gusta renegar, lamentarnos y torturarnos con el “ojalá nunca lo hubiera conocido”, “ojalá se pudiera retroceder el tiempo” , o “¿por qué me gusta gusta con todas las que hace?". Bueno, porque la vida no está hecha de patrones, no es una línea recta, porque eso de la mala suerte en el amor se lo inventó alguien que jugaba bien a las cartas. En el amor no hay reglas, instrucciones ni estrategias. Estamos llenos de malas experiencias, eso sí, de ilusiones a destiempo, de encuentros fatídicos, de absurdas coincidencias, de errores feroces, de personas equivocadas. No podemos pretender vivir el cuento de hadas porque no es real. La vida no es ni será perfecta, el amor tampoco. Y quizás, por mucho que lo quiera creer, no duren para siempre.
Sin embargo, la aceptación, con lo que cuesta, es solo el primer paso, pero muy necesario para poder pasar al siguiente: Se terminó. ¿Duele? Claro, es un baldazo de agua fría ahora que las calles se llenan de neblina. Pero le cambio a cualquiera ese dolor por una negación que dure mil años. Ya se terminó hace rato. Game over. Pasemos a otro tema. Fue bueno mientras duró. The end.

Y ahora ¿qué?, se preguntarán ustedes como yo me lo he preguntado muchas veces. Pues no queda otra que tirarnos de cabeza de nuevo a nuestras vidas. ¿Acaso están tan vacías que nos vamos a meter un clavado mortal? No lo creo. Hay mucho por hacer. Así sintamos la inseguridad de un equilibrista inexperto, ese vértigo vale la pena. Nuestra pileta está llena de otras cosas, que pueden no ser amor, pero que están ahí, esperándonos. Estar solo requiere un poco de valentía, así sintamos que nos vamos en picada de vez en cuando, porque es una lástima pero hasta ahora no están a la venta en los supermercados las recetas mágicas para ser feliz, pócimas milagrosas para tener lo que siempre soñamos o las bolas de cristal que predicen el futuro que queremos.

Solo hay tiempo. Nuestro tiempo. Tenemos dos opciones, mejor dicho tres. Uno. Nos sentamos a esperar que pase algo. ¿Qué cosa? no lo sé. Cuando me he sentado a esperar, solo ha pasado el camión de basura de las tres de la mañana. Dos. Nos levantamos de una, retomamos el camino donde lo dejamos y comenzamos a alejarnos de la parte del pasado que nos hace daño. Tres. Tomamos el camino corto, el que le saca la vuelta a la soledad, y buscamos un clavo que saque al que tenemos clavado. La cena está servida, escoja usted su plato de fondo, yo por mi parte estoy tratando de seguir la segunda opción.

Nadie es un cuadernito en blanco, somos seres humanos. Sin embargo, podemos cerrar ese viejo álbum de fotos de una buena vez y comprar uno nuevo, o tirarle la puerta en la cara al pasado y gritarle que no la vas a volver a abrir, por lo menos en un buen tiempo. Lo que yo hice fue borrar las canciones de esa melancólica lista de lentos para las tardes de domingos lluviosos. Eso, y todas las demás cosas que tuve que borrar para poder hoy publicar este texto en el que puedo recordar, escribir sobre el pasado, sin rabia, sin pena, y sencillamente seguir.
La poeta y psicóloga norteamericana Clarissa Pinkola dice en su muy famoso libro Mujeres que corren con los lobos que cada una de nosotras (en este caso lo podemos poner en términos unisex) tenemos huesos que quemar. Estos huesos simbolizan lo vivido, mejor dicho, lo mal vivido. La fogata, nuestra libertad.

Al fin encontré hoy la solución a un tema que debería haber solucionado hace tiempo y lo hallé en el lugar menos pensado: un sueño, y una lista de canciones.
Así de fácil fue como trato de regresar al mundo de las nuevas ilusiones, al presente. He sido buena chica y ya hice mi tarea, por más difícil que estuviera y por más tiempo que me halla llevado. Ya estoy bien. Ya soy yo otra vez y si en algún momento me pregunté si ya estaba lista para salir o no, ahora estoy segura de que no solo estoy lista para seguir adelante con mi vida sin rencores conmigo ni con los demás, sino que también QUIERO hacerlo.

¿A quién no le gustan los nuevos comienzos?
¿Alguien más se anima a hacer su fogata?



1 comentario:

  1. Todos cargamos nuestra propia cruz.. esa frase me gusta más..
    Yo creo humildemente que aceptando y cerrando ese circulo puedes pasar a la siguiente "fase" como un juego de esos de video. Si no terminas esa etapa jamás podras saltar a la siguiente y si lo haces siempre te devolveran a la anterior a terminarla, y de la cicatriz que ya se había formado vuelve a botar sangre y así sucesivamente..

    Acuerdate de escribir una entrada en uno o dos años más cuando esa canciones ya no duelan y sólo formen parte de la banda sonora de tu vida.

    Un abrazo gigante
    PAU

    ResponderEliminar

¿Tenés algo para decirme?... Hacelo acá!